Estudio revela que muchos niños de educación infantil tienen dificultades de coordinación que los padres no detectan

Las maestras pueden ser clave para identificarlas a tiempo en el aula si se pueden aplicar medidas en los centros educativos para intentar detectar estas dificultades.
Niño de infantil intentando recortar con tijeras mientras su maestra observa atentamente su coordinación motora.
Una maestra observa a un niño durante una actividad de motricidad fina en el aula de infantil. Midjourney-RG

En muchas aulas de infantil hay niños y niñas que tropiezan con frecuencia, les cuesta recortar con tijeras, abrocharse el abrigo o atrapar una pelota. Gestos cotidianos que, a simple vista, pueden parecer anecdóticos en estas edades en pleno desarrollo, pero que en algunos casos esconden una dificultad motora que pasa inadvertida tanto para las familias como para el profesorado.

Un nuevo estudio publicado en JAMA Network Open revela que una parte significativa de los niños y niñas en edad preescolar presenta dificultades de coordinación motora sin que los adultos de su entorno sean conscientes. Los investigadores, de la Universidad de Ciencias Aplicadas del Tirol (Austria), proponen implantar cribados sistemáticos en la etapa infantil para detectar estos casos a tiempo.

El trabajo subraya una realidad preocupante: la mayoría de los padres no percibe estas señales, lo que retrasa la intervención y puede tener consecuencias en la buena salud del autoestima, el aprendizaje o la participación en el aula. En cambio, los entornos escolares, si cuentan con herramientas y formación adecuada, pueden convertirse en espacios clave para observar, identificar y acompañar estos procesos.

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Una niña en clase de la escuela infantil
Una niña en clase de la escuela infantil

Un 5% necesita terapia motora y los padres no lo saben

El equipo liderado por Barbara Scheiber examinó a 754 niños y niñas de entre 4 y 6 años de 25 centros de educación infantil de Tirol. Utilizaron una prueba estandarizada llamada MobiScreen 4-6, que mide habilidades de motricidad fina y gruesa como la destreza manual, el equilibrio o la coordinación ojo-mano.

A los niños y niñas que mostraban resultados por debajo del punto de corte para su edad se les realizó una segunda evaluación con la Movement Assessment Battery for Children-2, una herramienta internacional de referencia para detectar el trastorno del desarrollo de la coordinación (DCD).

Los resultados fueron reveladores:

  • El 4,4% de los menores evaluados necesitaba terapia motora.
  • El 2,1% presentaba un desarrollo motor crítico.

Y lo más llamativo no son los porcentajes, sino el hecho de que ninguno de los padres de estos niños y niñas había manifestado preocupación sobre la coordinación o el movimiento de su hijo en los cuestionarios previos.

Los autores señalan que muchos niños con déficits motores permanecen sin detectar en los chequeos preventivos actuales y que el sistema de cribado propuesto —dos etapas sencillas aplicables en el aula— puede ser una herramienta eficaz para intervenir antes de que aparezcan dificultades escolares o emocionales asociadas.

Tabla. Presentación de resultados de MobiScreen 4-6 y M-ABC-2
Tabla. Presentación de resultados de MobiScreen 4-6 y M-ABC-2

Qué implicaciones tiene para la educación infantil

El hallazgo pone de relieve el papel esencial de la observación educativa en los primeros años. A menudo, los educadores detectan antes que las familias ciertos desajustes en el desarrollo motor: dificultades para mantener el equilibrio, sujetar el lápiz, encajar piezas o seguir el ritmo de los juegos físicos. Sin embargo, la falta de protocolos claros hace que muchas de estas señales queden sin seguimiento.

Implementar cribados sencillos en las aulas de infantil, como propone el estudio, permitiría derivar a los niños y niñas que lo necesitan hacia profesionales especializados en psicomotricidad o fisioterapia pediátrica. Detectar a tiempo un problema motor no solo previene trastornos más complejos, sino que también favorece la autonomía y la confianza en el entorno escolar.

El desarrollo motor está estrechamente vinculado al aprendizaje cognitivo y emocional. Diversos estudios han demostrado que moverse, manipular, saltar o dibujar no son actividades accesorias: son el medio a través del cual el niño comprende el mundo y consolida su desarrollo neurológico.

Por eso, espacios en el aula para la psicomotricidad infantil, el juego libre o las rutinas de movimiento cobran especial importancia. En palabras de los autores, la detección temprana puede mejorar el acceso a la intervención y los resultados a largo plazo de los niños con DCD.

Una clase de una escuela infantil
Una profesora de Educación Infantil en clase

Integración de la observación motriz en las escuelas infantiles

Este estudio abre un debate sobre cómo las escuelas infantiles pueden integrar la observación motriz en su día a día. Igual que se registran avances en lenguaje o socialización, las habilidades motoras finas y gruesas podrían formar parte de las evaluaciones de desarrollo, sin convertirlas en pruebas formales, sino en instrumentos de acompañamiento.

Las familias, por su parte, pueden aprender a mirar con atención esos pequeños gestos: cómo su hijo sostiene un lápiz, si evita juegos que requieran correr o trepar, o si le resulta difícil abrochar la chaqueta. Son indicadores que no deben alarmar, pero sí invitan a consultar si persisten y se prolongan en el tiempo, a medida que crecen.

En definitiva, la coordinación motora no es solo una cuestión física: está directamente relacionada con la confianza, la participación y el aprendizaje. Y la educación infantil, con su enfoque global e integrador, tiene la oportunidad de ser el primer lugar donde esas señales se vean, se comprendan y se acompañen.

Referencias

  • Barbara Scheiber, Claudia Spiegl, Jasmin Plattner, Sarah Mildner, Peter Federolf. Unrecognized Motor Difficulties and Developmental Coordination Disorder in Preschool Children. JAMA Network Open, 2025; 8(10): e2536227. DOI: 10.1001/jamanetworkopen.2025.36227

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