Hay días en los que la crianza se hace cuesta arriba, ¿verdad? Tu hijo grita, está más inquieto de lo normal, parece no escucharte absolutamente nada... Tú intentas mantener la calma, pero por dentro solo piensas: ¿por qué se porta mal si sabe hacerlo mejor?
En medio de ese caos cotidiano, hay una idea que puede cambiar por completo la forma en la que miras el mal comportamiento infantil. No es una técnica milagro ni una solución rápida; es un cambio de mirada que lo reordena todo. La frase que te ayuda a entender por qué tu hijo se comporta así, nos la recuerda Sara García (@educarparaserfeliz), maestra, mamá y asesora de crianza. Y es la que sigue: “Un niño que se porta mal es un niño que se siente mal”.
El mal comportamiento no es rebeldía (aunque lo parezca)
Estamos muy acostumbrados a interpretar ciertas conductas de nuestros hijos como desafíos personales: que el niño quiere llamar la atención, que te está poniendo a prueba, que no tiene límites... Pero, como explica esta maestra, “el mal comportamiento no es rebeldía, es una señal”.
Una señal de que algo no va bien por dentro, de que algo le está pasando. Un niño que pega, grita o desobedece de forma constante no está intentando molestarte. En la mayoría de los casos, está expresando emociones que no sabe gestionar de otra manera. Está pidiendo ayuda porque se siente mal, aunque lo haga de la peor forma posible.
Por este motivo, cuando el niño está tranquilo, bien regulado y se siente seguro, sí que se comporta ‘bien’. Pero cuando algo le desborda, esa capacidad desaparece, ya sea por cansancio, frustración, miedo, hambre, celos (o todo a la vez).
Tu hijo no se porta mal, esto es lo que le está ocurriendo
Desde fuera solo ves la conducta: la rabieta, el grito, el “no” constante... Pero por dentro, seguramente hay un auténtico tsunami emocional que le está superando. Esto provoca emociones muy intensas que todavía no sabe identificar ni expresar con palabras.
Tal y como explica Sara García: “Un niño que se porta mal lo único que está haciendo es pedirte ayuda a su manera, de la única forma que en ese momento sabe hacerlo”, Esa mala conducta es solo su forma de decirte que te necesita más que nunca.
Cuando entendemos esta frase, deja de tener sentido responder con castigos, amenazas o sermones, porque estamos reaccionando a la forma, no al fondo. Además, resulta más sencillo ponerse en la piel del niño y tener más paciencia para reaccionar cada vez que ‘se porta mal’.
Qué dice la ciencia sobre la conducta infantil y la regulación emocional
Esta mirada no es solo una cuestión de intuición o crianza respetuosa; la ciencia también la respalda.
Un estudio publicado en la revista científica Journal of Child Psychology and Psychiatry analizó la relación entre la regulación emocional en la infancia y los problemas de conducta. Los investigadores concluyeron que los niños que todavía no han desarrollado habilidades suficientes para gestionar emociones como la frustración, la ira o el miedo presentan más conductas desafiantes, como agresividad o desobediencia.
Es decir, muchas de las conductas que los adultos interpretamos como “portarse mal” están directamente relacionadas con una inmadurez en la regulación emocional, no con una mala intención.
El estudio subraya algo fundamental: no es que el niño no quiera comportarse mejor, es que no puede hacerlo en ese momento. Su cerebro aún está en desarrollo y necesita acompañamiento para aprender a regularse.
Cuando entiendes el mal comportamiento infantil, todo empieza a encajar
El verdadero punto de inflexión llega cuando los adultos aprendemos a traducir el comportamiento infantil. Cuando dejamos de preguntarnos “¿por qué me hace esto?” y empezamos a preguntarnos “¿qué necesita ahora?”. Como explica esta maestra y mamá: “Cuando tú aprendes a descifrar el mensaje que hay detrás de su conducta, respondes diferente y en tu día a día todo cambia”.
Cambia el tono, cambia la reacción y cambia el vínculo. No porque desaparezcan las malas conductas de un día para otro, sino porque dejamos de educar desde el enfado y empezamos a hacerlo desde la comprensión y la empatía.
Esto no significa permitirlo todo ni renunciar a los límites, en absoluto. Significa ponerlos con firmeza, sí, pero también con empatía y coherencia.
Entender que ningún niño es malo ni se porta mal ‘porque sí’, sino que se siente mal, no hace la crianza más fácil, pero sí más humana. Reduce la culpa, baja el nivel de conflicto y ayuda a dejar de tomarse las conductas como algo personal. Tiene sentido, ¿no?
Referencias
- Lin, S. C., et al. (2024). Child emotion regulation mediates the effect of parenting practices on later child behavioral problems. Journal of Child Psychology and Psychiatry. https://doi.org/10.1111/jcpp.13894
