Desde que son pequeños, les repetimos a nuestros hijos que decir siempre la verdad es un valor fundamental. Y lo es. Pero, como recuerda la psicóloga y mamá Milena González (@unamamapsicologa_), existen momentos muy concretos en los que la sinceridad puede jugar en su contra. Es nuestra responsabilidad como madres y padres preparar a nuestros hijos para reaccionar ante situaciones de riesgo, incluso si para ello deben recurrir a una mentira protectora.
Esta psicóloga y psicoterapeuta identifica cuatro momentos en los que un niño debe saber mentir para mantenerse a salvo. Son situaciones cotidianas, que podrían darse cualquier día, pero que pueden convertirse en un peligro si no saben cómo actuar. Lejos de fomentar el engaño, se trata de enseñarles recursos para protegerse, ganar tiempo y buscar ayuda.
Tu hijo tiene que aprender a mentir cuando alguien le pregunta si está solo en casa
El primer escenario que esta psicóloga menciona es uno de los más frecuentes. Tu hijo está solo en casa y alguien llama a la puerta y pregunta si hay alguien más en casa. También puede ocurrir que la pregunte llegue por una llamada telefónica. Según la psicóloga, la respuesta debe ser siempre la misma: sí. “Da igual la circunstancia o motivo por la cual ese niño está solo en casa en ese momento, siempre debe decir que está acompañado”.
El objetivo es impedir que una persona desconocida identifique la vulnerabilidad del menor y se aproveche de ella. Decir una pequeña mentira como “mi padre está aquí en la cocina” o “mi madre está en el salón”. Estas ofrecen la sensación de que un adulto está cerca y evita que el niño tenga que dar explicaciones.
La clave está en que esa respuesta se dé desde un lugar seguro: detrás de la puerta, desde una ventana o a través del portero automático. Nunca abriendo ni acercándose demasiado. Y, si es una llamada telefónica, debe colgar en cuanto haya dado la respuesta, sin aportar más datos. Practicar este diálogo en casa (incluso con un pequeño teatrillo), con ejemplos sencillos y tono tranquilo, ayuda a que el niño lo interiorice sin miedo y lo utilice solo cuando sea necesario.

Si alguien le pregunta si está solo al salir del colegio, tu hijo tiene que mentir
La segunda situación tiene que ver con un espacio habitualmente seguro: el colegio. Milena González insiste en que siempre hay que enseñar a los niños a que esperen dentro del centro, nunca fuera. Pero si por algún motivo el pequeño se encuentra en la calle y un adulto desconocido le pregunta si está solo, la respuesta debe ser una mentira. Siempre, siempre, el niño tiene que decir que no está solo. En palabras de la psicóloga, es importante que pueda incluso señalar a un supuesto adulto que lo acompaña: “Mi padre es ese que está ahí hablando con ese señor” o “mi madre es la profe y la estoy esperando”.
Este pequeño gesto disuade a cualquier persona con intenciones inapropiadas, porque transmite que el niño está supervisado. Después de dar esa respuesta, el menor debe dirigirse de inmediato a un profesor o a un adulto conocido del entorno escolar. Identificar previamente a esos adultos de referencia (el conserje, un monitor, un profesor…) refuerza la sensación de seguridad y ayuda al niño a actuar con rapidez.

Enseña a tu hijo a mentir y escapar cuando un adulto le pida ayuda en la calle
Este es un clásico en materia de seguridad infantil. Ningún niño debería ayudar a un adulto desconocido en la calle, especialmente si la tarea implica entrar en un portal, un coche o un espacio cerrado en el que no hay otros adultos. “Enséñale que cuando un adulto necesita ayuda, pide ayuda a otro adulto”, recuerda la psicóloga. Por muy amable que parezca la petición (“Ay, ven cariño, ayúdame que la compra me pesa mucho”), los pequeños no tienen la capacidad física ni emocional para afrontar estas situaciones que implican relacionarse con extraños.
La respuesta debe ser clara, firme y rápida: “No, me están ahí esperando”. Después, alejarse corriendo. No se trata de inculcar desconfianza generalizada, sino de establecer una regla fácil de recordar en situaciones ambiguas, que podrían representar un peligro. Practicar esta escena a través del juego simbólico puede ayudar a que el niño aprenda la frase sin angustia y la utilice solo como mecanismo de autoprotección.
Los niños deben mentir cuando sientan que no están seguros
El cuarto escenario es probablemente el más importante: enseñar a los niños que el ruido y la distancia son aliados cuando algo les hace sentir inseguros o les da mala espina. Según esta psicóloga, deben saber que pueden llamar la atención sin miedo: gritar “¡Ayuda!” o incluso frases más explícitas como “¡Esta no es mi mamá!” o “¡Este no es mi papá!”. Estas expresiones tienen un enorme poder de disuasión y alertan a cualquiera que esté cerca. Además del ruido, deben aprender a alejarse físicamente de la situación. Correr hacia un lugar con gente, entrar en un comercio o acudir a un adulto conocido. Podemos enseñarles a acercarse siempre a una mamá que tenga un bebé, porque suele ser un adulto de confianza que les va a ayudar.
Pero ¿cómo podemos enseñar a un niño que siempre tiene que decir la verdad, salvo en algunas situaciones? ¿Cómo podemos justificar estas mentiras? Milena González lo resuelve transmitiéndole seguridad: “En esta casa hablamos con la verdad. Pero quiero que sepas que yo voy a estar de tu lado cuando mientas para protegerte”. Esta afirmación, les da poder y refuerza su confianza.
Educar en la honestidad es fundamental, pero también lo es ofrecer a los niños herramientas para cuidarse. Estas pequeñas mentiras de protección no contradicen nuestros valores basados en la verdad, sino que los refuerzan. Ayudan a los menores a discernir entre situaciones cotidianas y momentos en los que su seguridad es lo primero.