Entre los 3 y 5 años, muchos niños suelen reaccionar pegando o mordiendo cuando se enfrentan a situaciones de frustración o conflictos con otros niños o adultos. Este comportamiento es común en lugares como la escuela, el hogar o incluso en el parque.
Especialmente, cuando se disputan objetos como juguetes o columpios, o cuando no se respetan los turnos durante el juego. Aunque estas reacciones pueden preocupar a los padres, es importante entender que forman parte de una etapa normal en el desarrollo infantil.
¿Por qué pegan los niños de 3 a 5 años?

Entendiendo la frustración infantil
Como nos explica la asesora familiar Tania García y autora de Guía para madres y padres imperfectos que entienden que sus hijos también lo son: "muchos padres se preocupan cuando sus hijos pegan a sus hermanos, compañeros de colegio e incluso a ellos. Ante todo, hay que mantener la calma y tener en cuenta que “pegar” forma parte de una etapa por la que todos los niños pasan. Una fase en la que cuando se frustran, pegan, lanzan patadas, se estiran del pelo… esto no es más que una manera de exteriorizar su emoción, normalmente, una frustración que están sintiendo y para la que necesitan acompañamiento y comprensión".
A decir verdad, “pegar” es un impulso natural dentro del desarrollo del niño. A nivel verbal, los niños pequeños aún están desarrollando sus habilidades de comunicación verbal y pueden tener dificultades para expresar sus necesidades, intereses o frustraciones. Y como resultado, pueden recurrir a pegar a los demás como una forma de conseguir lo que desean.
A nivel emocional, aún se encuentran en pleno aprendizaje de regulación y expresión de sus emociones, por lo que cuando se sienten frustrados, estresados, enojados o temerosos, pueden recurrir a la agresión física como una forma de comunicar su malestar. Y a nivel social, los primeros años de vida son cruciales para que los niños exploren su entorno y aprendan a relacionarse con los demás.
La falta de habilidades de comunicación
A edades tempranas, los niños aún están desarrollando sus habilidades de comunicación verbal, lo que puede dificultarles expresar lo que sienten o necesitan. Esta falta de habilidades de comunicación puede llevar a la frustración y, en consecuencia, a comportamientos agresivos como pegar. Los niños pueden recurrir a la agresión física como una forma de expresar su descontento o como un intento de comunicarse cuando las palabras no son suficientes.
Los niños que no pueden verbalizar sus emociones o necesidades de manera efectiva pueden sentirse incomprendidos, lo que puede intensificar su frustración. Por ejemplo, un niño que no puede expresar que está cansado o hambriento puede volverse irritable y reaccionar de manera agresiva ante situaciones que normalmente no lo harían. Por ello, es esencial que los padres y cuidadores ayuden a los niños a desarrollar su vocabulario emocional y les enseñen a identificar y nombrar sus sentimientos.
Para fomentar el desarrollo de habilidades de comunicación, los padres pueden utilizar juegos y actividades que involucren el uso del lenguaje, como leer cuentos, cantar canciones o jugar a juegos de rol. Estas actividades no solo mejoran el vocabulario del niño, sino que también le enseñan a expresar sus pensamientos y emociones de manera más clara y efectiva. Con el tiempo, a medida que los niños adquieren más confianza en su capacidad para comunicarse, es probable que disminuyan las conductas agresivas. Por ejemplo, os dejamos estos cuentos para enseñar a tu hijo a manejar su frustración.
Imitación de comportamientos agresivos
Los niños son grandes observadores y tienden a imitar los comportamientos que ven a su alrededor. Si un niño ha sido testigo de comportamientos agresivos, ya sea en casa, en la escuela o en los medios de comunicación, es posible que imite estas conductas en sus propias interacciones. Esta imitación es una forma de aprendizaje social, donde los niños adoptan comportamientos que perciben como efectivos para manejar situaciones.
Es fundamental que los padres y adultos en el entorno del niño sean conscientes del impacto que sus propias acciones y palabras pueden tener en el comportamiento del niño. Si un niño observa que los adultos resuelven conflictos de manera agresiva, es probable que internalice este enfoque como una forma aceptable de manejar sus propios problemas. Por lo tanto, es crucial que los adultos modelen comportamientos pacíficos y respetuosos en sus interacciones diarias.
Para contrarrestar la imitación de comportamientos agresivos, los padres pueden fomentar la empatía y la resolución pacífica de conflictos. Enseñar a los niños a ponerse en el lugar del otro y a considerar cómo se sentirían si estuvieran en su situación puede ayudar a reducir las reacciones agresivas. Además, proporcionar alternativas adecuadas para expresar emociones, como el uso de palabras o actividades físicas no agresivas, puede ayudar a los niños a desarrollar habilidades sociales más positivas.
Cómo enseñar a los niños a no pegar

Comienza por tu autorregulación
Uno de los aspectos más importantes para enseñar a los niños a no pegar es que los padres y cuidadores practiquen la autorregulación emocional. Los niños aprenden observando a los adultos, por lo que es esencial que los padres mantengan la calma y gestionen sus propias emociones de manera efectiva. Si un padre reacciona con ira o frustración ante el comportamiento del niño, es probable que el niño imite esta reacción.
“Lo mejor que podemos hacer como padres (…) para enseñar a los niños a erradicar la violencia en la expresión de sus emociones y en el día a día, es, precisamente, dar ejemplo. No podemos pretender que tengan autocontrol si nosotros no lo tenemos. Por lo tanto, hay que trabajar diariamente en el reconocimiento de las emociones adultas y en la buena gestión de las mismas", nos explica Tania García de Edurespeta.
La autorregulación comienza con el reconocimiento de las propias emociones y la adopción de estrategias para manejarlas de manera saludable. Los padres pueden beneficiarse de técnicas como la respiración profunda, el conteo hasta diez o tomarse un momento para reflexionar antes de responder a una situación estresante. Al modelar estas estrategias, los padres no solo enseñan a los niños a manejar sus emociones, sino que también crean un ambiente más tranquilo y seguro para todos.
Además, es importante que los padres sean consistentes en su comportamiento y en la aplicación de límites. La coherencia en la respuesta a las conductas agresivas del niño ayuda a establecer expectativas claras y a reforzar el aprendizaje de la autorregulación. Cuando los niños ven que los adultos a su alrededor son capaces de manejar sus emociones de manera calmada, es más probable que adopten un enfoque similar en sus propias interacciones.
Da el ejemplo: gestionando tus propias emociones
"Para que los niños no peguen, no hay que pegar, jamás", así de contundente es la experta en Educación Respetuosa Tania García. "Ni palmadita en la mano, ni cachete en el culo, ni tirón de orejas, ni otras muchas maneras arcaicas y crueles, con las que lo único que enseñamos es a que nuestros hijos integren que pegar es lícito para relacionarse, porque lo ven como algo natural para resolver conflictos y expresar emociones. Tu ejemplo lo es todo”.
Cuando los padres enfrentan situaciones de conflicto, es importante que modelen comportamientos que promuevan la resolución pacífica de problemas. Esto puede incluir el uso de un lenguaje calmado y respetuoso, la búsqueda de soluciones colaborativas y la demostración de empatía hacia los demás. Al ver a sus padres manejar conflictos de manera constructiva, los niños aprenden que hay alternativas a la agresión.
Además, los padres deben ser conscientes de cómo sus propias emociones pueden influir en el comportamiento de sus hijos. Si un padre está estresado o ansioso, es posible que el niño perciba estas emociones y reaccione de manera similar. Por lo tanto, es importante que los padres cuiden de su propio bienestar emocional y busquen apoyo si es necesario, para poder ser un modelo positivo para sus hijos.
Enséñale alternativas

Una medida que podemos adoptar cuando nuestro hijo pega o muerde a otro niño es enseñar alternativas a esa conducta. Proporciónale estrategias para resolver problemas y lidiar con la frustración. De una manera tranquila, puedes enseñarle cómo debe reaccionar a las situaciones en las que suele morder. Por ejemplo: “si quieres montarte en el columpio, dile al niño que un ratito cada uno. Si no quiere se lo dices a mamá/papá”. Os dejamos también 6 reglas de oro para enseñar al niño a compartir.
Además, los padres pueden utilizar cuentos y libros que aborden temas de resolución de conflictos y empatía. Estos recursos pueden proporcionar ejemplos concretos de cómo los personajes manejan situaciones similares, ofreciendo a los niños modelos a seguir. Al fomentar el uso de alternativas a la agresión, los padres ayudan a los niños a desarrollar habilidades sociales y emocionales que les servirán a lo largo de su vida.
Acompáñalo a reflexionar sobre su comportamiento
Como cuenta Tania García, “cuando tu hijo te pegue o insulte, normalmente guiado por una frustración, no te dejes llevar por tu ira y por el ego adulto, y reflexiona. Piensa qué le pasa, por qué le pasa y reflexiona sobre si realmente el motivo por el que está pasando por eso está justificado y sopesado. En el caso de que fuera así, entonces sólo queda acompañar. Rebajarse a su altura, mirarle a los ojos, utilizar un buen tono y un buen gesto y decirle que comprendemos su enfado, que en su caso estaríamos igual, pero que no nos haga daño ni nos insulte, que nos pone tristes y que nos causa dolor. Poco a poco, con una buena reacción por nuestra parte, irán integrando una manera de “estallar” más pausada”.
Para facilitar esta reflexión, los padres pueden sentarse con el niño en un momento tranquilo y preguntar sobre sus sentimientos y pensamientos en el momento del incidente. Preguntas como "¿Cómo te sentiste cuando eso ocurrió?" o "¿Qué podrías hacer la próxima vez que te sientas así?" pueden guiar al niño en el proceso de autocomprensión. Este enfoque no solo promueve la autorreflexión, sino que también refuerza la idea de que los errores son oportunidades para aprender y crecer.
Es importante que los padres mantengan un tono calmado y empático durante estas conversaciones, evitando el juicio o la crítica. El objetivo es crear un espacio seguro donde el niño se sienta cómodo compartiendo sus pensamientos y emociones. A medida que el niño desarrolla una mayor comprensión de sus propias reacciones, es más probable que elija respuestas más constructivas en situaciones futuras.
Reconoce positivamente un buen comportamiento
El reconocimiento positivo es una estrategia eficaz para motivar a los niños a adoptar comportamientos saludables y adecuados. Cuando los niños reciben elogios y reconocimiento por manejar situaciones de manera positiva, se sienten valorados y motivados a repetir esos comportamientos. Los padres pueden utilizar el refuerzo positivo para destacar momentos en los que el niño resuelve conflictos pacíficamente o muestra empatía hacia los demás.
Es importante que el reconocimiento sea específico y sincero. En lugar de decir simplemente "buen trabajo", los padres pueden decir "me gustó mucho cómo compartiste tus juguetes con tu amigo" o "fue muy amable de tu parte preguntar cómo se sentía tu hermana". Este tipo de reconocimiento ayuda a los niños a comprender qué comportamientos son valorados y por qué son importantes.
Además, el refuerzo positivo no solo debe centrarse en los resultados, sino también en los esfuerzos del niño por mejorar. Reconocer los intentos de cambio, incluso si no son perfectos, puede motivar al niño a seguir esforzándose. Con el tiempo, este enfoque puede ayudar a los niños a desarrollar una autoestima saludable y a sentirse seguros en sus interacciones sociales.
Ambiente y estrategias para evitar que los niños peguen

Serena el ambiente en casa
Crear un ambiente sereno y tranquilo en el hogar es fundamental para ayudar a los niños a regular sus emociones y evitar comportamientos agresivos. Los niños son sensibles al entorno que les rodea, y un ambiente estresante o caótico puede aumentar la probabilidad de reacciones agresivas. Por ello, es importante que los padres trabajen para mantener un hogar donde prevalezcan la calma y el respeto.
Una forma de lograr un ambiente sereno es establecer rutinas consistentes que proporcionen seguridad y previsibilidad a los niños. Las rutinas ayudan a los niños a saber qué esperar y a sentirse más seguros en su entorno. Además, los padres pueden fomentar un ambiente positivo al modelar comportamientos respetuosos y al abordar los conflictos de manera pacífica.
También es importante que los padres presten atención a su propio nivel de estrés y busquen formas de gestionarlo. Los niños a menudo reflejan el estado emocional de los adultos en su entorno, por lo que un padre calmado y equilibrado puede influir positivamente en el comportamiento del niño. Al crear un ambiente hogareño tranquilo, los padres proporcionan a los niños un espacio seguro para explorar y expresar sus emociones de manera saludable.
Proporciona herramientas para la regulación emocional
Ayudar a los niños a desarrollar habilidades de regulación emocional es esencial para prevenir comportamientos agresivos. Los padres pueden proporcionar herramientas y estrategias que ayuden a los niños a identificar, comprender y gestionar sus emociones de manera efectiva. Estas habilidades no solo son importantes para evitar la agresión, sino que también son fundamentales para el bienestar emocional general del niño.
Una herramienta útil para la regulación emocional es el uso de un "rincón de la calma" en el hogar, donde los niños puedan retirarse cuando se sientan abrumados. Este espacio puede incluir elementos como libros, juguetes suaves o materiales de arte que ayuden al niño a relajarse y reflexionar sobre sus emociones. Al ofrecer un lugar seguro para calmarse, los padres enseñan a los niños a tomar un descanso antes de reaccionar impulsivamente.
Además, los padres pueden enseñar a los niños técnicas de respiración profunda o meditación adaptadas a su edad. Estas prácticas pueden ayudar a los niños a reducir el estrés y a encontrar un estado de calma interior. A medida que los niños aprenden a utilizar estas herramientas, se vuelven más capaces de manejar situaciones emocionales de manera constructiva, reduciendo la probabilidad de recurrir a la agresión.
Planificación de situaciones difíciles y límites claros
Anticipar y planificar situaciones difíciles es una estrategia efectiva para prevenir comportamientos agresivos en los niños. Los padres pueden identificar situaciones que tienden a desencadenar reacciones agresivas en sus hijos y prepararse para manejarlas de manera proactiva. Esto puede incluir hablar con el niño sobre lo que puede esperar en una situación determinada y discutir cómo puede manejar sus emociones de manera positiva.
Establecer límites claros y consistentes también es crucial para prevenir la agresión. Los niños necesitan saber qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son. Al establecer límites claros, los padres proporcionan una estructura que ayuda a los niños a sentirse seguros y a comprender las expectativas. Es importante que los límites se comuniquen de manera calmada y respetuosa, y que se refuercen de manera coherente.
Además, los padres pueden involucrar a los niños en el proceso de establecimiento de límites, permitiéndoles expresar sus opiniones y preocupaciones. Esto puede ayudar a los niños a sentirse más responsables de su comportamiento y a comprender la importancia de los límites. Al planificar y establecer límites claros, los padres ayudan a los niños a desarrollar habilidades de autocontrol y a reducir la probabilidad de recurrir a la agresión.
Cuándo buscar ayuda profesional

Señales de persistencia en la conducta agresiva
Aunque es normal que los niños pequeños experimenten comportamientos agresivos ocasionales, es importante que los padres estén atentos a las señales de persistencia en estas conductas. Si un niño continúa mostrando comportamientos agresivos de manera frecuente y estos afectan negativamente su entorno social o emocional, puede ser necesario buscar ayuda profesional. Estas señales pueden incluir dificultades para llevarse bien con otros niños, problemas en la escuela o cambios en el comportamiento general del niño.
Es importante que los padres no ignoren estas señales y busquen orientación si tienen preocupaciones sobre el comportamiento de su hijo. Un profesional puede ayudar a evaluar la situación y proporcionar recomendaciones específicas para abordar el problema. La intervención temprana puede ser clave para prevenir problemas más graves en el futuro y para ayudar al niño a desarrollar habilidades de manejo emocional saludables.
Además, los padres deben considerar buscar ayuda profesional si los comportamientos agresivos están acompañados de otros síntomas, como cambios en el apetito, el sueño o el estado de ánimo. Estos síntomas pueden indicar problemas subyacentes que requieren atención especializada. Al abordar estos problemas de manera proactiva, los padres pueden apoyar el bienestar general de su hijo y fomentar un desarrollo saludable.
Consultas con especialistas y su importancia
Consultar con especialistas en desarrollo infantil o psicología puede ser una medida valiosa para abordar comportamientos agresivos persistentes en los niños. Los especialistas pueden proporcionar una evaluación exhaustiva del comportamiento del niño y ofrecer estrategias personalizadas para abordar los problemas. Esta orientación puede ser especialmente útil para los padres que han intentado diversas estrategias sin éxito.
Los especialistas también pueden ayudar a identificar factores subyacentes que pueden estar contribuyendo a los comportamientos agresivos, como dificultades de aprendizaje, problemas de salud mental o dinámicas familiares. Al comprender mejor las causas del comportamiento del niño, los padres pueden trabajar de manera más efectiva para implementar cambios positivos en el hogar y en la vida del niño.
Además, las consultas con especialistas pueden proporcionar a los padres el apoyo y la orientación necesarios para manejar el estrés y las emociones asociadas con el comportamiento de su hijo. Los padres pueden beneficiarse de aprender nuevas habilidades de manejo emocional y de recibir consejos sobre cómo apoyar mejor a su hijo. Al trabajar en colaboración con especialistas, los padres pueden ayudar a su hijo a superar los desafíos y a desarrollar un comportamiento más positivo y saludable.