Investigadores liderados por la Dra. Ruth Mayo y el Dr. Yonat Zwebner, de la Universidad Hebrea de Jerusalem publicaron los resultados de una investigación en la que desvelaron el misterio de por qué en numerosas ocasiones tenemos una idea preconcebida de qué determinados rostros van mejor con un nombre y no con otro.
La neurociencia ha sido la encargada de explicar el proceso por el que las personas, cuando observan un rostro, pueden llegar a adivinar el nombre de ese individuo y no, no es cosa de magia.
El experimento consistió en inducir a los participantes en el estudio a seleccionar nombres para las fotografías de unos rostros anónimos. La lista de los nombres para cada foto podía contener hasta cinco opciones y los resultados fueron sorprendentes incluso para los propios investigadores ya que casi un 40% de los participantes logró adivinar los nombres reales de las personas que aparecían en las fotos.
La cara es el espejo del alma y del nombre
Según los investigadores, las decisiones de los participantes en este estudio podrían estar ligadas a los estereotipos culturales que asocian a los nombres.
Comprobaron que por ejemplo, los participantes franceses acertaban más con las caras y los nombres de sus compatriotas y lo mismo ocurría con los participantes de Israel, por lo que llegaron a la conclusión de que la facilidad para adivinar los nombres proviene de las propias tendencias culturales.
Los humanos aunque no seamos conscientes del todo, estamos sujetos a la estructura social de nuestro entorno desde el mismo momento de nuestro nacimiento y de que nuestros padres nos pongan un determinado nombre.
¿Qué dice la neurociencia al respecto?
La neurociencia lo denomina esquema mental, los científicos lo explican como una expansión cultural en la que las personas se asemejan y se identifican, todo sujeto a la experiencia y al aprendizaje.
Los nombres y las caras se almacenan en nuestro cerebro y forman parte de identificaciones cotidianas que se desarrollan en el hipocampo anterior donde se generan los procesos de la memoria asociativa.
No es magia, es ciencia y aprendizaje, aunque no lo hagamos conscientemente.