Los adolescentes no son precisamente conocidos por su disposición a escuchar. En una etapa en la que están descubriendo el mundo y a sí mismos, a menudo se vuelven reservados. Por ese motivo, es probable que cuando intentes acercarte a ellos, sientas que estás caminando sobre cristales a punto de romperse.
En esta etapa, la comunicación se hace cuesta arriba y a veces incluso puedes tener la sensación de que no te escucha. Sin embargo, no es el mejor momento para tirar la toalla. Ahora, más que nunca, tu hijo necesita tu supervisión, guía y apoyo. Pero, ¿cómo dárselo si no escucha tus consejos?
Sin apoyo, no hay consejos que valgan

El año pasado, dos psicólogas de la Universidad de California se preguntaron por qué, a pesar de que los padres intentan hacer lo correcto para ayudar a sus hijos, muchos jóvenes y adolescentes no valoran ese esfuerzo y hacen oídos sordos a sus consejos.
Para conocer la respuesta reclutaron a casi 200 jóvenes y les pidieron que reflexionaran sobre las ocasiones en las que sus padres los habían aconsejado e indicaran si esas palabras habían sido útiles y los habían ayudado a sentirse mejor.
Salió a la luz un patrón muy interesante: cuando los padres apoyaban su autonomía, los jóvenes y adolescentes prestaban más atención a los consejos, incluso a aquellos no solicitados, y los consideraban provechosos. En cambio, cuando faltaba ese apoyo, los consejos caían en saco roto. Muchos adolescentes y jóvenes incluso los percibían como poco sinceros y menos eficaces.
El sutil límite entre la ayuda útil y el consejo agobiante
No es un secreto para nadie que los consejos no solicitados suelen toparse contra un muro defensivo. Nos ocurre a todos porque solemos percibirlos como una invasión a nuestra privacidad. Por tanto, a menudo generan el efecto opuesto, un fenómeno que se conoce en Psicología como “reactancia a las recomendaciones”.
El apoyo no siempre es beneficioso. Cuando recibimos una ayuda que no hemos pedido, es poco probable que la consideremos útil. De hecho, un estudio realizado en la Universidad Nacional de Singapur constató que recibir más apoyo emocional del deseado por parte de los padres estresa a sus hijos.
El problema radica en que los consejos no solicitados pueden reforzar la sensación de impotencia emocional o incluso generar resentimiento hacia los padres, que son percibidos como demasiado controladores o invasivos.
Debes comprender que la adolescencia es un periodo de transición en el que los niños comienzan a encaminarse hacia la edad adulta, por lo que a menudo se debaten entre la necesidad de desarrollar su autonomía y recibir orientación de sus padres. El secreto para que te escuchen y, de paso, puedas construir una relación sólida con tus hijos a largo plazo, consiste en fomentar su independencia, de manera que no traspases la fina línea que divide la ayuda útil del consejo gratuito.
Autonomía, la clave para que tus hijos te escuchen

Para los adolescentes, la autonomía significa poder elegir. Cuando los padres satisfacen esa necesidad, sus hijos se sienten empoderados y más libres para comportarse de manera auténtica. Estimular la independencia desarrolla las habilidades sociales de los adolescentes, refuerza su autoeficacia y los ayuda a gestionar mejor sus emociones, lo que conduce a un funcionamiento psicosocial más saludable.
En cambio, cuando los padres socavan la autonomía, sus hijos se sienten presionados y perciben que no pueden expresarse tal cual son. Coartar su independencia limita el desarrollo de la regulación emocional y aumenta las probabilidades de que los adolescentes tengan problemas de autoestima y sufran trastornos como la ansiedad o la depresión.
Por supuesto, tus hijos todavía son adolescentes, de manera que no puedes permitir que hagan todo lo que desean. Sin embargo, fomentar la autonomía no es caer en la permisividad sino proporcionarles pautas claras sobre lo que está permitido y lo que no, asegurándote de brindarles cada vez más espacio, según su grado de madurez psicológica.
En muchos casos, ese apoyo implica eliminar del vocabulario frases como “porque lo digo yo” o “aquí se hace lo que yo diga” porque son precisamente esas palabras las que harán que tus hijos levanten muros ante tus consejos.
Por ejemplo, si te preocupan sus compañías, en vez de prohibirle que vuelva a ver a un amigo – algo que probablemente seguirá haciendo a tus espaldas - puedes decirle: “eres libre para elegir a tus amigos (reforzamiento de la autonomía), pero me preocupa la actitud de X (así no señalas a la persona sino el comportamiento). Es importante que tomes tus propias decisiones y no te dejes condicionar por los demás (doble reforzamiento de la independencia), ¿qué piensas de su comportamiento?”.
De esta forma estarás estimulando su autonomía y lo animarás a tomar sus propias decisiones. A fin de cuentas, es imposible mantener a tus hijos dentro de una burbuja, pero puedes fomentar su pensamiento crítico. Con esa actitud también le estarás diciendo que confías en él y en su criterio, promoviendo la reflexión y dejando la puerta abierta para que te cuente sus problemas en el futuro.
¿Es más difícil que imponer tu visión? Por supuesto. Tendrás que armarte de paciencia y estar muy vigilante, pero a la larga es el mejor camino para ir guiando a tus hijos mientras descubren quiénes son y qué quieren hacer en la vida.