En una época en la que los niños y niñas crecen rodeados de estímulos visuales, el simple hecho de escuchar de forma activa sin pantallas de por medio puede ser una poderosa herramienta de desarrollo. La ciencia ya confirmó hace mucho tiempo que el cerebro se activa de forma diferente cuando procesamos una historia solo con el oído. Y lo hace en las zonas relacionadas con la imaginación, la memoria y la empatía.
Antes de entrar en detalles sobre el poder del audio sin pantallas y qué dice la ciencia al respecto, cabe recordar que la Asociación Española de Pediatría (AEP) insiste en que el uso de pantallas debe evitarse antes de los 6 años y limitarse todo lo posible en el siguiente tramo de edad.
El cerebro infantil necesita experiencias sensoriales directas, juego simbólico y lenguaje oral para desarrollarse de forma saludable, cuestiones que no ofrecen las pantallas. Sí lo hacen actividades y costumbres auditivas tan saludables como escuchar historias, canciones o cuentos sin imágenes es, en este sentido, una de las formas más efectivas de estimular ese desarrollo.
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Lo que revela el cerebro cuando escuchamos: el poder de la imaginación activa
Hace tiempo que la ciencia explicó las ventajas que tiene escuchar de forma activa, cosa que no hacemos si estamos delante de una pantalla. Por ejemplo, un estudio de neuroimagen realizado hace ya tres lustros con resonancia magnética funcional (fMRI) aportó una base científica a esta idea: cuando escuchamos activamente, el cerebro se ilumina en red. Y si además la escucha se entrena desde pequeños, se fortalecen la atención, la creatividad y la capacidad de expresión verbal.
El trabajo analizó la actividad cerebral de varios participantes mientras escuchaban historias. Los investigadores compararon dos situaciones: la escucha pasiva —cuando uno oye sin prestar demasiada atención— y la escucha activa —cuando seguimos mentalmente la historia, anticipamos lo que ocurrirá o nos imaginamos las escenas—.
Los resultados fueron concluyentes: la escucha activa activa más regiones cerebrales que la simple exposición auditiva. En concreto, se observaron mayores niveles de activación en el córtex temporal superior, responsable de procesar el lenguaje, y en la corteza prefrontal, donde se elaboran las inferencias y predicciones narrativas. Además, se puso en marcha la red neuronal por defecto, una red de áreas del cerebro que se enciende cuando estamos en reposo, soñando despiertos o imaginando situaciones.
Esa red, explica la neuropsicóloga Diana Jiménez, “es el conjunto de regiones cerebrales que se pone en marcha cuando no estamos enfocados, cuando estamos relajados. Nos ayuda a desarrollar la imaginación, a recordar y a soñar despiertos”.
La especialista, en la presentación de los productos de Faba, una compñía tecnológica especializada en cuentacuentos de audio y otros productos complementarios de ocio para niños que fomentan la escucha y participación activa, subraya que esta activación cerebral tiene un papel clave en el desarrollo infantil: “Cuando los niños están acostumbrados a escuchar y desarrollan la escucha, confían en sus ideas, tienen un mejor criterio y eso refuerza una sana autoestima”.

Escuchar para crear: beneficios que van más allá del lenguaje
Diana Jiménez defiende que la escucha es mucho más que oír. Cuando los niños y niñas escuchan cuentos o historias sin imágenes, no reciben todo hecho: deben construir los escenarios mentalmente, visualizar a los personajes y anticipar lo que ocurrirá. “Cuando vemos, nos entretenemos; pero cuando escuchamos, creamos”, resume la experta.
Esta creación interna tiene beneficios que abarcan distintos niveles del desarrollo:
- Autonomía mental: al interpretar lo que oyen, los niños generan pensamiento propio.
- Atención y memoria: escuchar sin distracciones visuales obliga al cerebro a mantener el foco, lo que fortalece los circuitos de atención sostenida.
- Creatividad: al no tener imágenes prediseñadas, los niños construyen su propio mundo simbólico.
- Regulación emocional y empatía: los relatos les ayudan a ponerse en la piel de otros personajes y entender distintas emociones.
- Lenguaje y vocabulario: la exposición a historias narradas amplía su léxico y mejora su capacidad para expresarse con claridad.
Los hallazgos del estudio de Jäncke y las observaciones clínicas coinciden en una idea: escuchar historias entrena el cerebro como un gimnasio invisible, donde cada cuento, cada voz y cada pausa son un ejercicio para la imaginación y la comprensión.

Más allá de las pantallas: cómo fomentar la escucha activa en casa
El entorno familiar puede convertirse en el mejor escenario para cultivar la habilidad de la escucha activa. Además de los citados audiolibros para niños, una actividad que muchos adultos también practican con los archiconocidos pódcast, tan de moda estos días, o los audiolibros, estas son algunas ideas sencillas:
- Dedicar un rato diario a contar o escuchar cuentos sin acompañamiento visual.
- Crear momentos de silencio y atención compartida, sin distracciones digitales.
- Animar a los niños a imaginar el final o los personajes de una historia.
Cada minuto de escucha es una inversión en madurez cerebral, atención y creatividad. “Cuando escuchamos, se activan las mismas zonas cerebrales que cuando vemos. Pero además se despiertan las que nos permiten crear, recordar, empatizar y soñar despiertos”, subraya la neuropsicóloga Diana Jiménez.
En conclusión, la ciencia y los expertos como Jiménez coinciden en que la voz, la palabra y el silencio siguen siendo grandes aliados del desarrollo infantil. La neurociencia lo confirma: el cerebro no se apaga cuando escuchamos, se enciende. Y cada historia que los niños y niñas oyen, más que entretenerles, les enseña a crear, por lo que, frente a un entorno saturado de estímulos visuales, el audio sin pantallas devuelve a los niños la posibilidad de imaginar por sí mismos.

Referencias
- Jennifer J. Vannest; Prasanna R. Karunanayaka; Mekibib Altaye; Vincent J. Schmithorst; Elena M. Plante; Kenneth J. Eaton; Jerod M. Rasmussen; Scott K. Holland. 2009, PubMed. Comparison of fMRI data from passive listening and active-response story processing tasks in children. DOI: 10.1002/jmri.21694